Desde que somos bebés, nos enseñan a bloquear las emociones, con la intención positiva de los padres de protegerse del dolor que sienten al oír llorar a su bebé, por supuesto.
¿Cuántas veces hemos tratado de consolar a una persona diciendo: «No llores, no pasa nada, todo está bien…»? Pues nada más lejos de la verdad, si una persona, sea un bebé, un niño o un adulto necesita llorar, se debe dar la libertad para que lo pueda hacer, ya que es la única manera de desgastar la emoción y liberarla. En cambio, lo que solemos hacer es consolarla y, al hacerlo, no dejamos el espacio que necesita la persona para liberarse, por eso las emociones quedan atrapadas en el cuerpo, con lo cual generan campos metamórficos en la persona y provocan que su sentir esté basado en ellas, por eso es tan necesario poder liberarlas y deshacerse de ellas.